Cuando ni siquiera sabía caminar, la apodé Miriancho y así se quedó.
Luego le puse Pity.
Ella era la mamá suave que nunca he tenido. A la fuerte la veo desmoronarse ahora.
En sus brazos nunca hubo responsabilidades,
porque siempre guardó un pedacito de la infancia de todos:
Las rabietas de mi mamá,
Las pilatunas de mi primo,
Los aprendizajes de todos,
Mi ternura ya tan embolatada.
Cuando me abrazaba volvía a ser niña.
Tuvo un corazón tan grande que al final le estalló,
dejándonos con sus manos frías y la mirada perdida,
dejándome perder una partida con una máquina llena de signos vitales.
Adios, infancia perdida. Adios corazón enorme.
Contigo se cumple aquello de que los mejores son los primeros en irse.
Yo me quedaré muchos años contando tus historias,
con los ojos llenos de recordatorios de dolor,
con el alma dando tumbos, pues se ha muerto su inocencia.
Ojalá, cuando me canse de este mundo, podamos volvernos a ver para que juegues con mi cabello y me cuentes historias hasta dormirme.
JO
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