martes, 12 de junio de 2012

Bailando la Danza Macabra

Mi alma vuela por la música al lugar donde todo termina,
o empieza.
Veo entre las sombras al Diablo afinando su violín,
la noche se aproxima.

Es el acorde prohibido el que mece mi sueño, mi deseo,
el Diablo me toma presa por una noche, por una sola,
levantando con su música los ruidos de los muertos.

El ritmo ha perforado mis huesos, llevándolos a su última morada
añorada, antojada, lejana,
mi cuerpo baila al compás de su violín,
determinado, maldito, despierto,
ya los cadáveres bailan conmigo.

Pocas son las horas que disfrutaré el festín,
el Diablo lo intuye. Me conoce.
Somos largos compañeros de viaje,
que aún bailan en la noche
al vaivén de sus pies.

¿Cuántas campanadas son? ¿Cuántas faltan?
El frío viento que me conduce entre los cuerpos no quiere irse
ni yo tampoco.
Pero la madrugada ha empacado sus maletas
y el violín calla.

Mañana - el hoy de lo sensatos - mentiré que he soñado
cuando mis pies duelan de placer por bailar
con mi Diablo favorito, en su cementerio,
como todas las noches de mi insensatez,
esta Danza Macabra

(Danza Macabra - Saint Saëns)


Perséfone


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