domingo, 2 de octubre de 2011

Por ejemplo, no

Hay muchos rituales sobre la familia que desconozco: extrañar, por ejemplo, conversaciones a gritos que hacen personas que uno considera familiares.

Para poder llegar a ese punto, se hace necesario primero determinar claramente el concepto de familia, que ya de por sí es una caprichosa construcción social, a veces basada en la genética, otras en la filiación. En lo personal, me inclino a pensar que la familia es una construcción que se hace desde el importaculismo existencial o, lo que es lo mismo: familia es quien a mí se me dé la gana.

No comparto decir que son mis familiares aquellos con quienes comparto genes, porque ya lo decían los expertos: todos los humanos compartimos características genéticas similares, ergo, sinceramente tener algunos más cerca que otros no los hace más "familiares". Tampoco apoyo la tesis de que la familia la da el apellido; en ese caso realmente estaría en graves problemas, porque mi primer apellido lo detesto, por decir lo menos, y no me identifico con mi ascendencia, lleno de borrachos, maltratadores y egoistas. No, prefiero no pensar en ello.

La familia, para mí, es una construcción del alma e implica amor casi que incondicional, pero más que eso, implica respeto: si uno respeta y ama a alguien, ese alguien entra directo a lo que yo llamo Familia. Y sí, desde mi importaculismo existencial alguien existe en la familia y luego ya no. Por supuesto que se necesita bastante tanto para entrar, como para salir de esa construcción mental, pero puede suceder tanto para adentro, como para afuera.

Hoy más que nunca me dí cuenta de ello. No es agradable ver el lado oscuro de unas personas con las cuales compartes genes y tener que pensar que son familia, más aún cuando jamás los he admirado o sentido cualquier cosa profunda por ellos. No me importa, no quiero saberlo y prefiero esconderme en mi concepto importaculista y ahorrar energías para las personas para quienes yo soy familia y que son familia para mí. Nadie más, nadie menos.

Mi familia son, básicamente, un reducido grupo de unas 17 o 18 personas. Mi mamá, por supuesto, a quien casi todo le debo (figurada y literalmente) y a quien admiro profundamente; mi papá, que es una persona admirable desde puntos muy inconexos entre sí, pero lo quiero profundamente... tal vez más de lo que me permito admitir; mis hermanos, cercanos y ausentes, en quienes me veo como un espejo para bien y para mal; mi primo y mi sobrina, que han sido en muchos casos un apoyo moral, mi tía Miriancho y mi tío Henry (los únicos que cuentan, en lo que a mí concierne), mi abuela, que tiene sus descaches y me tiene de mal genio, pero que siempre tiene una sonrisa, y tal vez mi prima Zulma, con quien siempre que hablo tengo profundos análisis de la vida desde nuestro común punto negro de inicio. Esos, son con quienes comparto sangre.

La otra familia, la espiritual, es más difusa, pero no por ello menos importante. Se refiere a personas que, en caso de guerra, se podrían considerar compañeros de armas, gente que me acepta con todo lo que traigo, pero no se tragan todas mis barrabasadas (acabo de notar que esa palabra viene de Barrabás). Ahí está mi amore, a quien cada día admiro más, Marisol, a quien jamás había mencionado pero que me ha salvado siempre cuando estoy en la cuerda floja, Alexandra y Champi, que son hermanas más allá de lo poco o mucho que hablemos, Eduardo y Camilo R., que se han convertido en mis pilares al momento de caer en el aburrimiento, la inesperanza o cualquier sentimiento incómodo, y con quienes he podido celebrar hasta la postura de un botón, mis "dizque hijas", Marie y Zayra, que me recuerdan que tengo una responsabilidad con este mundo. Creo que hasta ahí vamos.

Si ud, amigo lector, no aparece en este listado, no se enoje. No quiere decir que ud no sea importante para mí o que no sea mi amigo, es sólo que no hemos hecho méritos los dos para convertirnos en familia... dejemos que pase el agua por el puente y pronto lo seremos, si es de Dios, como dicen las abuelas.

A los que sí aparecen... ya lo sabían, o no?



JO

3 comentarios:

Anónimo dijo...

puede que la gente a veces sea una porquería pero esa es la que mas necesita comprensión y si nos ponemos a pensar a veces hasta nosotros mismos nos dividimos y peleamos contra nosotros, entonces como renegar contra otros, con que merito si también lo hacemos con nosotros mismos? y que mejor ejemplo de ello que renegar contra una ascendencia de borrachos, irónicamente si no existieran no existirías no crees?

humilde opinión, y no es en regaño jeje por si lo ves así

Jo G. Pallas Atenea dijo...

Creo que no es una cuestión de mérito. Simplemente no los necesito y no puedo concentrar mi vida en darles gracias por un accidente genético. Puede que no tenga en lo absoluto mérito para decirlo, pero es mi opción pensarlo y así lo hago.

Anónimo dijo...

bueno en fin, ojo con el ego y la autosuficiencia como un día me dijeron por hay uno llego a este mundo fue a servir y para poder acceder al mundo del otro hay que comprenderlo mas no juzgarlo. un placer haber hablado asincronicamente contigo jeje