martes, 5 de junio de 2007

LA METAMORFOSIS


Hace 9 meses larguitos, cuando empezó la idea de buscar un giro de 180 grados en mi vida, tomé la decisión mientras estaba hablando con Juan sentada en un sillón y con unas inmensas ganas de llorar.

En ese momento (agosto 2006) mi ideal de vida incluía entregarme al desamor, no entendido como el despecho criminal del que habla la música popular, sino como simplemente la pérdida voluntaria de la capacidad de amar y de creer en algo o alguien distinto a mí. Este nuevo ideal de vida incluía perder sentimientos que consideraba incómodos como la ternura, la simpatía, la compasión y muchos otros que sentía que me habían hecho más daño que bien. De ahí que, sentada en un sillón con mi teléfono en la mano, asumiera que lo mejor para mí era asesinar a mansalva a Johanna, la mujer enamorada.

Ahora que lo veo en retrospectiva, hubo muchas razones por las cuales, si bien logré acercarme a mi ideal, nunca lo conseguí. Entre esas razones existieron tres personas que llenaron de risa mis días más densos y quienes me dieron un motivo para preocuparme por algo distinto a mis demonios: Hik, Marie y Miyu. (debo admitir que nunca se los he agradecido, así que aprovecho para hacerlo)

Pero para cerrar este discurso ya muchas véces discutido, anoche se cerró un círculo sobre la decisión de dejar atrás el amor y el amar. Recostada en el hombro del hombre que me ha hecho cambiar mis rutinas, sonó mi teléfono a una hora más que indecente. Era Juan, que llamaba a hacerme reír y a contarme sus cuitas (una rutina que hemos retomado poco a poco). Y mientras hablaba con su voz profunda y yo veía a mi amor dormir luego de un largo día y una buena película, decidí que ya ha pasado bastante tiempo buscando algo que ya no quiero encontrar.

Gracias a él, mi clon, he reaprendido lo que es dormir en paz, levantarme sonriendo y disfrutando lo más simple: el olor del desayuno, la luz del sol, el valor de las lágrimas y el ceder un poco de mi para recibir mucho de lo que es y lo que me enseña. Gracias a la vida por esta felicidad tan total, absoluta y llena de sentido dentro del sinsentido que es existir, porque esta no es una alegría eufórica, sino un pausado regocijo que va in creccendo, porque en medio de la franqueza de nuestros demonios he podido ver que el mundo es nuevamente ese lugar seguro lleno de lugares por encontrar.

Ayer decidí volver a enamorarme del amor, sentada en un sillón, con Juan al otro lado de la línea y con unas inmensas ganas de sonreir y no parar.




JO

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