domingo, 23 de septiembre de 2007

LA CARTA DE LA MUERTE

Hace unos días encontré la carta de la muerte en una mesa y tuve un presentimiento. Mi vida desde aquel día no es la misma: mis ojos se despejaron, mis palabras son tal vez más elocuentes de lo que lo han sido en estos 26 largos años y mis pies caminan con firmeza, como en aquellos días en que sentía que la vida era mía y que el mundo me esperaba con los brazos abiertos.

Cada día que ha pasado desde la carta de la muerte, mi vida ha tenido un poco más de sentido y, por ello, ya no decido, actúo.

Desde el miércoles pasado he actuado en algún aspecto de mi vida. Trabajo, familia, amigos, amor, compasión, odio, envidia, alegría, construcción, proyectos de vida, todo ha pasado por este filtro. He dicho muchos adioses, algunos con lágrimas, otros con mucha alegría... estoy dejando atrás cosas que me hacían mucho mal así no me hubiera dado cuenta, estoy alejándome de amistades que no me sirven, limpiando mi casa, anotando mis planes para hacerles seguimiento, he abrazado personas que me han hecho sentir muy bien durante mucho tiempo y a quienes no les había agradecido la dicha que es conocerlos y estoy ad portas de tomar posiciones aún más radicales. Aquel que dijo que uno era el arquitecto de su propia existencia tenía toda la razón y hace una semana recibí el diploma de arquitectura.

Y dicho sea de paso: Paul, no sé cómo le hiciste, pero te quiero... de corazón lo hago. Te quiero bien y contento... haz lo que tengas que hacer, voy a vivir 100 años, así que hay tiempo de sobra. Ahora eres el cronista de esta historia, elige las mejores palabras y permíteme vivir con ellas. Es un honor saber que existes en este mundo tan frio y distante. Gracias... mil y mil gracias.


JO

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